El cambio empieza de tocar fondo

Este año aprendí a valorarme, a aprender a quererme, a mirarme al espejo y saber que por el resto de mí vida voy a ser mí única compañera de ruta, a saber que si no me hago respetar nadie lo va a hacer por mí. A entender que si no tengo ganas de algo no lo tengo que hacer, enoje a quien enoje. Aprendí que a veces es mejor estar sola que tener al lado gente oscura, que el sólo hecho de tenerla cerca te baja tus energías. Empecé a ver todo más claro, a no dejarme influenciar por la opinión del que está al lado. Aprendí a dejar ir y perdonar, y por sobre todo a perdonarme , pero para eso me tuve que pedir muchas disculpas, tuve que aceptar que muchas de las cosas que me pasaron fueron por no amarme lo suficiente. Este año aprendí a que de ésta historia el personaje más importante soy yo.

Sé lo que es romperte en mil pedacitos pero también sé lo bien que se siente volver a reír y te aseguro que cuando podes reírte de nuevo lo haces más fuerte, más segura, sin fingir. No me arrepiento de nada de lo que pasé, no me arrepiento de haber ido al infierno, no me arrepiento de haber cometido errores, de haber confiado en quien no debía y de haber amado más de lo que me amaron. Cada cicatriz es un recuerdo de una batalla que gane, cada comienzo es el punto de partida que me recuerda que estoy viva, que sigo adelante. Cada vez que me miro al espejo me quiero un poquito más, porque si, porque me debo tantas disculpas, porque pasé tanto tiempo sin quererme, dejando que otros me definan. Cada día siento más, cada día estoy agradecida de poder sentir, desde una caricia a un nudo en el pecho. Cada día soy más humana.